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Radioretratos de mujeres indígenas

¿Cómo hablamos español los indígenas? De Tizoc a Toro sentado

por Yásnaya Aguilar, publicado en el Blog E’px el 28 de mayo de 2015

Platicando con un investigador del pueblo sami, me hizo saber que uno de los reclamos del Parlamento sami al Estado noruego era que, en los encuentros que sostenían, la lengua sami fuera también utilizada como lengua de interacción y discusión; pedían también que estos encuentros se realizaran en territorio sami y no siempre en la capital de Noruega, Oslo. A ellos les parecía injusto que, en un intercambio que quería publicitarse como intercultural, solo se utilizara la lengua de una de las partes, la del gobierno noruego. Sostenían que, para lograrlo, se necesitaba tomar una serie de acciones pero que de ningún modo les parecía algo imposible de cumplir, los encargados de “parlamentar”[1] con el pueblo sami debían al menos tomar clases de la lengua de este pueblo y eso no lleva demasiado tiempo. Con un poco de esfuerzo, en un par de años los funcionarios podrían estar conversando en sami. Es algo factible, perfectamente posible y un reclamo por demás justo.

Los dichos de la ahora famosa llamada telefónica del Consejero Presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdova, me hicieron pensar, entre otras cosas, sobre el establecimiento de las relaciones lingüísticas entre interlocutores del gobierno y de los pueblos indígenas. En este contexto de abierto desprecio sistemático a las lenguas indígenas, un reclamo como el del pueblo sami parece impensable de lograr, lo que, por desgracia, nos impide saber cuál sería el acento de Lorenzo Córdova en chichimeco Jonaz, lengua de la familia otopame. En un país con tanta diversidad lingüística, lo natural sería que las personas fueran políglotas. Imaginen el acento de Lorenzo Córdova en náhuatl, en maya o en chinanteco, por poner ejemplos de familias lingüísticas contrastantes.

Por otro lado, ¿cómo es el español que hablamos los indígenas? Aprender una segunda lengua es un proceso complejo en el que median diversos factores. Al transitar a una segunda lengua, las características de nuestra lengua materna suelen proyectarse y eso depende de los rasgos gramaticales de los idiomas involucrados. Una persona que tiene por lengua materna el inglés, sin marcas de clase en el sustantivo, tendrá ciertos problemas para realizar esa distinción que sí existe en el español y que se marca tanto en los artículos como en los adjetivos, un hablante con estas características tendrá problemas sobre todo con sustantivos que no terminan con a/o: el curiosidad, la abordaje temprano, por mencionar algunos ejemplos. Este problema no se presentaría si ese hipotético hablante de inglés aprendiera mixe, no sería relevante en su “manera” de hablar mixe pues ambas lenguas comparten el hecho de no marcar género.

Cuando estaba aprendiendo español, la estructura de las frases de posesión de mi lengua materna se imponían sobre la segunda, calcaba la estructura del mixe con palabras del español: Juan su casa, decía yo, en vez de La casa de Juan. ¿Qué se podría decir de mi español? ¿Qué se hubiera podido decir de la manera en que hablo un idioma que tiene la misma estructura que mi lengua materna? Las “equivocaciones” que cometemos al hablar un segundo idioma dependen en gran parte de las características de nuestra lengua materna y las características de la lengua de llegada. La entonación con la que pronunciamos las palabras de los idiomas que aprendemos se ve influida por la entonación de la lengua o de las lenguas que adquirimos primero en nuestra infancia. Como hablante de mixe, mi forma de hablar el chinanteco será muy distinta de la forma en la que un hablante de japonés lo haga, así como el acento de un hablante de francés es muy distinto al hablar español del acento de un hablante de inglés al hablar el idioma en el que escribo estas líneas.

No existe entonces un español indígena. Existe, en todo caso, un español mixe, un español hablado por maya hablantes, un español hablado por hablantes de japonés o un español con acento de hablantes nativos de tepehua. Si en México existen muchísimas lenguas que pertenecen a doce familias lingüísticas contrastantes entre sí, existen también tantas posibilidades distintas de acentos del español. Aún cuando el filtro del racismo y la discriminación crean estereotipos en los que todos los indígenas de Mesoamérica hablamos español como Tizoc y los indígenas del norte como Toro Sentado (el personaje de ficción por supuesto, no el legendario Tatanka Iyotanka, jefe del pueblo sioux que fue asesinado por agentes del gobierno norteamericano), lo común en los acentos, así como en las lenguas, es la diversidad.

¿Por qué un hablante de rarámuri tendría que hablar español como un hablante de chichimeco Jonaz siendo ambas lenguas tan distintas y de raíces lingüísticas sin ninguna conexión? Ningún indígena habla español como Toro Sentado porque, al aprenderlo en el uso, nadie conoce primero los verbos infinitivos del español en lugar de los verbos conjugados. No hay manera de que un hablante de chichimeco Jonaz, ni de ninguna otra lengua indígena pueda decir “Yo sabotear elecciones”. Eso no existe, esa es una creación de los doblajes que se hacen de películas del lejano oeste al español.

Desde esa óptica, desde todos esos filtros y desde todos esos prejuicios interiorizados es que el Consejero Presidente del INE pudo emitir sus dichos. Lo que a Lorenzo Córdova “sorprende” del habla del jefe chichimeco no es su acento de español. Lorenzo Córdova no se mofó ni siquiera del español que habla una persona que tiene el chichimeco Jonaz como lengua materna (¿cuál es, entonces, el acento que un hablante de chichimeco Jonaz tiene cuando está aprendiendo español?), se burló de su propio estereotipo lingüístico, el que proyecta sobre los pueblos indígenas, el del habla de un Toro Sentado caricaturizado en su imaginación. Solo por esa razón es que le parece digno de Crónicas Marcianas, de otro planeta y no de pueblos con los que se ha convivido por quinientos años.

En una sociedad verdaderamente multilingüe en el que los habitantes del país fueran políglotas en las decenas de lenguas indígenas mexicanas, sería natural saber cuál es el acento de un hablante de español al aprender totonaco, el de un nativo hablante de zapoteco al aprender huave o el de un hispano parlante al aprender mixteco. Mientras eso no suceda, los mexicanos como Lorenzo Córdova solo nos oirán como Tizoc o como Toro Sentado sin los cientos de matices que las lenguas tienen (incluyendo el español: Pepe el Toro, Cantinflas y el español normal), seguirán oyéndonos a través de la simplificación de sus prejuicios lingüísticos.

También hay que considerar que, dependiendo de ciertos factores, al culminar el proceso de aprendizaje de una segunda lengua es posible que una persona adquiera todos los rasgos de alguno de los muchos acentos de esa segunda lengua: un mixe hablante que al hablar español adquiera el acento del español yucateco, un hablante de guarijió que aprenda español norteño, un hispanohablante que al aprender mixe adquiera el acento específico del mixe de Ayutla. No hay acentos neutros ni normales.

Sirva este episodio para reclamar algo justo: si los pueblos indígenas van a “parlamentar” con los agentes del gobierno mexicano conviene que estas interacciones se den también en sus lenguas. Creo que podríamos tener el tino de no mofarnos de sus acentos como gesto de buena voluntad. Con un poco de esfuerzo, en un par de años el Consejero Presidente del INE, e investigador con licencia de la UNAM, podría estar conversando en chichimeco. Es algo factible, perfectamente posible y un reclamo por demás justo.

 

[1] Debo el uso de este verbo al periodista mapuche Pedro Cayuqueo, a quien conocí gracias a las siempre interesantes lecturas que me recomienda la politóloga mixe Tajëëw Díaz Robles. Ella mC habló de las implicaciones de usar este verbo.