Rescatando lo propio: jóvenes y lenguas indígenas

México es uno de los países con mayor diversidad lingüística del mundo. En su territorio se hablan un total de 364 variantes de 68 lenguas indígenas que pertenecen a 11 familias lingüísticas diferentes. Sin embargo, de acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), pese a que el 21.5% de la población (25.7 millones de personas), se autodescribe como indígena, tan solo el 6.5% se encuentra registrada como hablante de una de estas lenguas y es que actualmente la Secretaría de Cultura Mexicana estima que el 60% de las lenguas indígenas que se hablan en la República están en riesgo de desaparecer.

Ni siquiera Oaxaca, el estado con mayor presencia indígena de todo el país y, como tal, uno de los territorios con mayor presencia de estas lenguas es inmune a esta tendencia de pérdida de hablantes. «En mi comunidad todavía se habla bastante el ayöok- variante del mixe- mientras que en otras comunidades solo quedan unas pocas personas grandes que son capaces de hablar su lengua», comenta Marco Antonio Martínez, originario de Santa María Ocotepec, una comunidad localizada en la Sierra Mixe, quien asegura que esta situación no se debe a que la lengua allí no esté en riesgo, sino a que su comunidad se encuentra en una etapa previa del proceso de pérdida. «Antes observábamos que había muchos niños monolingües del ayöok, después observábamos un bilingüismo parejo, y hoy estamos comenzando a observar un bilingüismo más cargado hacia el español y que empieza a haber niños y niñas que ya solamente hablan español», explica.

El patrimonio lingüístico de los pueblos indígenas que viven distribuidos por las ocho regiones de Oaxaca incluye 16 lenguas indígenas propias: amuzgo, chatino, chinateco, chocholteco, chontal, cuicateco, ombeayiüts, ixcateco, mazateco, mixe, mixteco, náhuatl, triqui, zapoteco y zoque. Con todo la tendencia a la pérdida de hablantes es generalizada en todas ellas y, aunque el proceso no avance de forma pareja en todas las comunidades, las causas que han llevado a él son las mismas. «Muchas veces se culpa a la juventud o a las mismas comunidades por perder su lengua cuando en realidad son muchas las presiones del mundo externo: el ritmo de vida, la competitividad, la educación pública y el hecho de que el Estado Mexicano es monolingüe pues te enseña que es el español lo que necesitas para acceder a los derechos que ofrece», expone Mariana Lera Peralta. Ella nación en la Ciudad de México pero sus abuelos maternos son originarios de una comunidad donde solía hablarse a la que se refiere como «la lengua de la lluvia», el mixteco, pero cuenta que sus abuelos ya no le enseñaron la lengua a su madre y a sus tíos. «Eso es lo que hacía la gente porque les hicieron pensar que hablar estas lenguas no les iba a ser útil, que lo que necesitaban para desarrollarse era el español y que hablar mixteco solo les iba a causar problemas y burlas», relata. Sin embargo, aunque para cuando ella nació ya nadie en su familia hablaba mixteco en el día a día, en el año 2020 la pandemia la regresó al pueblo de sus abuelos donde afirma haberse «reconectado con toda la cultura Ñnu Savi» al descubrir «lo poderosas que son sus raíces». Se inscribió en algunos cursos para aprender la lengua de sus abuelos y al darse cuenta de que la lengua que le enseñaban difería mucho del que solía hablarse en su comunidad comenzó a trabajar en un proyecto de recopilación de palabras y frases de la variante de su comunidad. «La variante de mi comunidad es única y hace aproximadamente cinco años todavía había unas 20 personas grandes que lo hablaban entre ellas pero a día de hoy no se escuchan esas palabras más que alguna que otra expresión o recuerdo de cosas» explica Mariana.

La pérdida de hablantes de las lenguas indígenas es el resultado de un sistema estructuralmente racista que durante años ejerció una gran presión discriminatoria sobre aquellas personas que no hablaban las lenguas originarias. «No podemos culpar a nuestros padres o a nuestros abuelos como responsables directos por esta pérdida de hablantes o por no transmitirla porque ellos también tienen sus propias historias, sus propias vivencias y hay que tener en cuenta toda la violencia y discriminación que vivieron únicamente por hablar su lengua» recuerda Marco Antonio quien prefiere poner el foco en como revertir esta situación para garantizar que las próximas generaciones puedan disfrutar del derecho a hablar la lengua propia, como hacen desde el colectivo Kumoontun, del que él forma parte.

«Lo que queríamos era rediseñar la forma de enseñar nuestra lengua, pero nos dimos cuenta de que lo que no existían eran materiales y herramientas para facilitar esa labor», narra Marco Antonio sobre como surgió Kumoontun App, una aplicación móvil en la que además de documentar palabras y algunas historias sobre su lengua, permite a sus usuarios aprender ayöok. «La idea era que quien ya fuera hablante pudiera ver o consultar como se escribe alguna palabra, y que quien la está aprendiendo como segunda lengua pudiera además de ver la escritura también escuchar la pronunciación», dice sobre la interfaz que lleva activa desde 2018 y cuenta que a día de hoy es precisamente en la creación de materiales adaptados a las necesidades de estos dos perfiles, el de las personas que son hablantes pero que no lo escriben o lo leen y el de aquellas que lo están aprendiendo.

«Creo que cada vez hay más jóvenes que dicen con entusiasmo `¡Oigan! A mí se me negó ese derecho a mi lengua materna y podemos contribuir a que las próximas generaciones no se enfrenten a ello´», comenta y en esta línea, en la de conseguir llegar a los jóvenes es en la que trabaja Rayo Cruz, un joven zapoteco natural de Santa Cruz Yagavila, en la Sierra Norte, y miembro del colectivo Bëni Xidza que lleva desde 2019 trabajando para conseguir acercar la lengua zapoteca y su aprendizaje a las nuevas generaciones. «Hemos trabajado mucho tiempo en medios comunitarias y es cierto que la radio se escucha mucho, pero los jóvenes donde están es en Internet» explica y por ese motivo su trabajo actualmente se centra en las redes sociales, porque «si queremos llamar su atención y que se interesen por la lengua tenemos que estar donde ellos están» así como emplear las formas de comunicación que ellos emplean, lo que les ha llevado ha hacer memes, gifs y todo tipo de formatos que se mueven en estas plataformas. «Estamos en Instagram, Facebook y Twitter, pero donde más trabajo tenemos es en Youtube donde tenemos bastantes vídeos en los que enseñamos a hablar zapoteco» y asegura que pese a hacer una labor educativa lo hacen desde lo cotidiano enseñando la lengua que se habla en el día a día aunque eso signifique renunciar a cierto purismo, «porque al final la lengua es una herramienta de socialización» y como tal está en constante cambio.

Actualmente, Rayo también está trabajando desde su colectivo para crear un curso formalizado de zapoteco aunque asegura que su trabajo está muy limitado por la falta de recursos económicos. Igual que Marco Antonio y Mariana, hecha en falta la existencia de planes de apoyo gubernamentales que permitan que proyectos como el suyo puedan crecer y sostenerse en el tiempo. «Entendemos el trabajo por la recuperación de la lengua también como una exigencia a ciertos sectores de que dejen de vernos como piezas de museo o a emplear la diversidad lingüística y etnocultural como parte de un discurso político que luego nunca llega a nada», denuncia Marco Antonio a lo que Mariana añade el valor de los conocimientos de las culturas indígenas: «El mundo está en un colapso tanto económico, como ambiental, climático, de identidad… y en los pueblos originarios hay muchos conocimientos y saberes que nos podrían permitir tejer alternativas de vida digna, que se tienen que crear desde las comunidades y su identidad y eso pasa por sus lenguas».

Esta actividad cuenta con el financiamiento de la AVCD y del Gobierno Vasco, además de la colaboración de KCD ONGD