Prólogo a la oaxaqueña
En este mes de agosto se presenta la nueva edición de este manual ya clásico de José Ignacio López Vigil, que preparó la editorial oaxaqueña Pez en el árbol. Tuvimos el honor de escribir un prólogo para esta edición, mismo que aquí estrenamos, con la autorización de la editorial.
Uno: La épica radiofónica de Venceremos
Era el año de 1998 en Guelatao, en la Sierra Juárez de Oaxaca. Como fruto de las andanzas de la Trova Serrana por tierras bolivarianas, había caído en nuestras manos un libro editado en Centroamérica, que pronto se nos convirtió en objeto de culto. Acaso porque el relato alimentaba nuestras esperanzas de lo que pensamos posible y necesario realizar con los medios de comunicación; quizás por su inquietante facultad para cambiar de manos al menor descuido. El caso es que el libro y su autor se convirtieron en marcas iniciáticas de nuestro camino.
La llegada de Las mil y una historias de Radio Venceremos fue el primer encuentro, un tanto remoto a decir verdad, que tuvimos con su autor, el periodista de origen cubano José Ignacio López Vigil, quien ya comenzaba a ser el gran detonador de experiencias de comunicación popular, además de formador de comunicadoras y comunicadores por toda Nuestra América en que se ha convertido. Pero entonces no conocíamos todavía de su participación en la creación de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC) en América Latina ni de su paso por la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica (ALER). Conocimos primero al periodista que se interna en las profundidades de su compromiso humano y profesional para traernos de regreso las voces que nos hablaban de una realidad más profunda y sorprendente.
Nuestra pequeñísima televisora, enclavada en la Sierra Juárez de Oaxaca, al sur de México, estaba animada por las reflexiones de Jaime Martínez Luna sobre la comunalidad y reclamaba como origen histórico un amplio proceso de movilización social, que había sido capaz de articular -a principios de la octava década del siglo veinte- a casi una treintena de comunidades agrarias zapotecas y chinantecas de la Sierra Juárez en una estrategia legal, social y cultural que al cabo de unos años les devolvió el control sobre territorios y recursos forestales que ancestralmente les han pertenecido.
Las mil y una historias de Radio Venceremos es el relato sobre el origen y hazañas de una radiodifusora guerrillera que, desde las filas del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), en El Salvador combatió durante 13 años, micrófono en mano, a diversos gobiernos títeres de Washington. Se trata de un vibrante reportaje novelado que José Ignacio escribe a partir de una serie de entrevistas que tuvo oportunidad de realizar en las montañas de Morazán, después de un curso de producción radiofónica que impartió durante los años del conflicto armado, a los integrantes de la radiodifusora, pero también a algunos de los principales dirigentes del movimiento armado.
El resultado es un relato palpitante y poliédrico de la lucha de liberación del pueblo salvadoreño, tal como la miraban quienes, perdiendo todo, hasta el miedo, se internaron en las montañas para recuperar la esperanza, para hacerse fuertes y bajar de regreso como la tormenta. Este ejercicio de narración colectiva era el modelo de lo que intentábamos hacer en nuestra propia producción documental, en donde el discurso resultante fuera la voz combinada de las voces singulares de las y los protagonistas de los acontecimientos, que nos revelan sucesivamente las distintas perspectivas acerca de un evento, a veces complementarias, a veces contradictorias.
Quienes participábamos en ese pequeño medio de comunicación comunitario actuábamos en un universo local delimitado por su lógica propia y particular. En este contexto, impulsábamos una experiencia de televisión que pudiera fortalecer las instituciones comunitarias tradicionales y sus formas concretas de autonomía. Pero quienes, desde la ciudad de Oaxaca, intentábamos articular nuestro trabajo con los esfuerzos de numerosos colectivos nacionales e internacionales que, escuchando el llamado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), miraban hacia los pueblos llamados indígenas para reconocer en ellos un rostro insospechado de la modernidad y una nueva esperanza, veíamos en los medios un arma sumamente poderosa para luchar contra el enemigo: un régimen corrupto y autoritario que se perpetuaba en el poder también sobre la base de su control de la palabra pública, de lo dicho en los medios.
Dos: De Chiapas (1994) a Oaxaca (2006)
En la segunda mitad de los años 90, las experiencias de radiodifusión comunitaria brotaron por todo el territorio oaxaqueño. Aparecieron aquí y allá decenas de pequeñas radios que, con su mera existencia, comenzaron a subvertir la lógica dominante, impuesta muchos años atrás por la trágica alianza entre el régimen político y los dueños de los medios de comunicación.
Este matrimonio perverso ha engendrado todo tipo de relaciones incestuosas en nuestro país, al grado de que, como en la novela de García Márquez, sus descendientes actuales podrían estar ocultando un rizado apéndice al final de la espalda. Le llaman popularmente la “telebancada”: un puñado de legisladores de distintos partidos políticos que representan directamente los intereses del duopolio televisivo ante el Congreso de la Unión, frenando o impulsando iniciativas a conveniencia de las dos principales cadenas televisivas.
Por el otro lado, para las nacientes radiodifusoras comunitarias se ha reservado la vieja política del garrote, el retorno a los tiempos de la confiscación de la imprenta y del encarcelamiento o asesinato de las voces críticas o incómodas. A pequeñas radios instaladas en comunidades remotas y desdeñadas por las instituciones, se les persigue con una ferocidad absurda y “ejemplar”.
Con el fin de desalentar el surgimiento de más medios comunitarios, el estado mexicano ha sido capaz de enviar a cientos de policías armados, transportados a bordo de decenas de vehículos, que toman por asalto una población paupérrima de la montaña, con la tarea de requisar un pequeño transmisor de radio, que resulta estar siendo operado en esos momentos por tres aterradas personas que hablaban de salud comunitaria… ¡Y todo este ejército ha tenido que regresarse con las manos vacías! porque los radioescuchas resultaron poco complacientes ante tal atraco y se decidieron a mostrarle a las fuerzas agresoras que su número podía ser rápidamente minimizado y que su posición en la comunidad era en realidad y a pesar de su armamento, bastante precaria.
En este contexto tuvimos que reconocer que la producción de video documental, con la cual nos hemos comprometido desde mediados de los años 90, implica tiempos y costos de producción demasiado lentos y elevados para los procesos de comunicación comunitaria que intentamos apoyar, a fin de recomponer el tejido social en comunidades amenazadas por la pobreza, por el desarrollo, por el deterioro ambiental o por la violencia. Y esto sin tomar en cuenta las dificultades que implica la difusión constante de los materiales producidos .
Particularmente a partir del conflicto social que se desató en Oaxaca el año de 2006, con una rebelión popular que tomó el control de la ciudad y desquició los poderes formalmente establecidos, con la pretensión de destituir a un gobernador reputado por su ineptitud, corrupción y violencia, los medios fueron terreno de batallas físicas e ideológicas de gran importancia para el movimiento popular. A partir de entonces y con la fuerte lluvia que caía sobre las radios comunitarias, éstas brotaron por todas partes.
En Oaxaca se estaba apostando por un medio distinto y nosotros tuvimos que virar un poco nuestro camino para adoptar a la radio como el medio que podría efectivamente llevarnos por esos caminos de reconocimiento, diálogo, reflexión, organización y acción colectivas que definen nuestra idea de la comunicación.
En este viraje nos encontramos con el manual que ahora, amable radialista, sostienes en la mano y que, desde este momento te sugerimos que lo guardes en el botiquín de tu radio, que lo metas en tu maleta de viaje, que lo pongas junto a tu cama, que lo cuelgues junto a tus llaves, que lo bajes de la red y lo guardes en tu telefonito.
Es decir, considera este manual como una herramienta de comunicación sumamente útil en todo momento, que nace de una suma de experiencias vivas y de reflexiones que José Ignacio registra, reúne y analiza durante décadas de promover la comunicación popular desde radios comunitarias y desde espacios como AMARC, ALER y más recientemente Radialistas Apasionados y Apasionadas, cuya extensa producción sobre una gran diversidad temática le hacen infaltable en nuestras radios comunitarias, desde el Rio Bravo hasta la Patagonia.
Tres: De los contenidos de este Manual
Si eres de quienes opinan que la radio no se aprende en manuales, sino haciéndola, estamos de acuerdo contigo. Antes que nada hay que hacer radio y no ponerse a elucubrar sobre sus ventajas o desventajas. Pero si has tenido la paciencia de seguir estas líneas hasta este punto, permítenos aún la petulancia de advertirte que la práctica sin reflexión siempre estará marcada por la ingenuidad y que ésta nos puede llevar por caminos riesgosos.
Esto se vuelve evidente en lugares donde el quehacer de nuestras radios comunitarias pueda estar afectando intereses de poderosos, polarizando posiciones sociales o simplemente expresando con libertad su palabra en cualquiera de las incontables regiones inhóspitas de nuestro continente. Pero también se corren riesgos que no acarrean amenazas físicas.
Corremos un riesgo muy grande cuando nuestra práctica no se abre a nuevas ideas o abreva de fuentes que la puedan renovar. Es el riesgo de contraer anquilosis. Es decir, de repetirnos todo el tiempo, de pontificar desde nuestros micrófonos y de aburrir mortalmente al auditorio con nuestras cuitas (penas). Esto, además de ser un desperdicio lamentable de recursos, anula cualquier posibilidad real de comunicación. Nosotros creemos firmemente que los capitalistas, sus personeros y sus empleados gobernantes escuchan con gran atención nuestras radios, porque les produce tan grande placer el que esto pase (y pasa muy seguido, debemos de reconocerlo) que bailan, ríen y celebran, allá en sus lujosas oficinas, gracias a nuestras involuntarias contribuciones a su causa.
Por otra parte, podemos asegurarte que el hojear las páginas de este libro, en el orden que uno elija, nos engancha en una serie de diálogos amenos y fructíferos con su autor, quien nos ofrece el producto de su intenso trajinar martiano, llevándonos a conocer algunas de las experiencias más excitantes y aleccionadoras de radiodifusión que, antecediendo a las nuestras, encuentran en él un medio para llegar hasta nosotros y hasta nosotras, trascendiendo así la naturaleza cotidiana y efímera que marca el quehacer radiofónico.
En este Manual podrás encontrar una genealogía del surgimiento de los medios masivos de comunicación, de las relaciones de poder en que se insertan y que sostienen, así como de las formas de estudiarlos y entenderlos en el mundo, a través de distintas escuelas y con fines diversos. Posteriormente podrás profundizar en la reflexión sobre las particularidades del arte radiofónico y de la naturaleza sonora del mundo, a partir de inagotables anécdotas que recuperan de la experiencia cotidiana los elementos que pueden hacer de la radiodifusión un arte vivo y gozoso.
La parte más extensa del libro la compone la referida al lenguaje, a los géneros y a los formatos radiofónicos. Podemos considerar que estos capítulos centrales son por sí mismos un invaluable curso teórico–práctico de producción radiofónica que puede mejorar mucho los programas que producimos y la relación con las y los radioescuchas.
Los dos capítulos finales están dedicados a analizar las formas de relacionarse con el público a partir de nuestra programación y del tratamiento que le demos a través de ella a temas fundamentales, como el valor de la palabra, la construcción de la ciudadanía, el concepto de radio comunitaria, la democracia, la diversidad cultural, la libertad de expresión y los derechos humanos.
Cuatro: el epílogo del prólogo.
Como el trabajo de José Ignacio no comienza ni termina con sus libros, parecía probable que lo llegásemos a encontrar en algún punto del camino, momento que aguardábamos con gran expectación. El pretexto lo ha procurado la idea de articular, de manera autogestiva, los esfuerzos de las radios oaxaqueñas a las que ya nos hemos referido antes, junto al trabajo y conocimientos de actores sociales que ayuden a profundizar y ampliar las experiencias de comunicación que impulsamos en nuestras comunidades. Esto puede ser aportando información, ayudando a formar habilidades, provocando la reflexión colectiva o desatando las capacidades creativas. El proyecto se llama la Guelaguetza Radial y en estos momentos estamos organizándonos para su cuarta celebración anual.
Guelaguetza es una palabra zapoteca para nombrar los principios que sustentan la vida colectiva en Oaxaca. A través de ella, familias y comunidades reproducen continuamente la vida en comunidad, recreando los principios que dan origen y regulan la existencia de la experiencia colectiva: la celebración, la reciprocidad y la compartencia.
La Guelaguetza Radial viene a ser, por tanto, una celebración de la radio comunitaria que se realiza con la aportación y participación colectivas. A través de esta acción compartimos experiencias, tejemos redes de comunicación, enriquecemos nuestros procesos, mejoramos nuestras propuestas y reafirmamos nuestra existencia y nuestra determinación de no quedarnos callados, de no ser cómplices silenciosos del saqueo de nuestros territorios y de la destrucción de la vida en la tierra.
A esto hemos invitado a José Ignacio desde que surgió la idea y él, sin pensarlo un segundo ha aceptado venir hasta acá para compartir y abrir nuevos caminos. Su presencia ha venido a renovar nuestro entusiasmo y a sembrar nuevas ideas… ¡justo cuando las lluvias comienzan en el Valle!
Va de regreso este manual, pues, con la certeza de que transitará por rutas insospechadas desde Oaxaca, tierra de lucha y rebeldía, hasta los pueblos hermanos que, muy al sur de estas tierras, nos lo hicieron llegar originalmente y por las mismas vías.
Con un abrazo, nuestro cariño y nuestro reconocimiento a todos y a todas ustedes.
Ojo de Agua Comunicación
Mayo de 2014, Oaxaca, México.