Cuento: Los naguales del desarrollo
Y cuentan los más ancianos que por aquel entonces llegaron unos naguales. Del norte vinieron. Traían unas máquinas que buscan cosas y se dieron cuenta que las gentes tienen muchas riquezas pero que no las aprovechan.
– Sonsos son, dicen.
Pero cuando ellos quisieron ocupar esas riquezas, muina se puso la gente. No lo tocas eso, dice la gente.
Y los naguales se dieron cuenta que la gente es así porque está amarrada a la tierra. Bueno, se dijeron, con nuestros aparatos podemos saber dónde están amarrados y podemos desatarlos.
Sin que las mujeres y los hombres se dieran cuenta, empezaron a desenterrar los ombligos, que es de donde la gente se amarra. La gente entonces empezó a volar. Pa’l norte se fue la gente, poco a poco se fueron. Sin que las mujeres se dieran cuenta, se fueron muchos.
Entonces lo hablaron al pueblo:
– «Hay que progresar, traemos desarrollo, hay que salir adelante».
La gente no muy les hizo caso. No querían porque entonces tocarían cosas que antes no querían. Bueno, dijeron los naguales, aquí está la escuela para que vean que somos buenas gentes, aquí los vamos a educar para el progreso. Y ahí metieron a todos los niños.
Pero las mujeres, al ver que sus niños están en las escuelas, se dieron cuenta de que no hay quien ayuda en la casa y se dieron cuenta que tampoco tienen maridos, porque los hombres ya volaron, ya no tienen los pies en la tierra. Sólo niños en la escuela y viejitos que ya están enfermos hay. Ya no hay campesinos, ya no hay artesanos, ya no hay contadores de cuentos, ya no hay poetas del pueblo. Se acabaron los hombres pa’ trabajar pues.
Entonces llegó el progreso.
– «Una refinería les traemos», dijeron.
– «Una presa hay para el riego, es lo nuevo».
– «Ahora, hay que hacer luz -dijeron- y les vamos a traer unos ventiladores grandes que hagan luz con el viento», anunciaron.
– «El que no quiera, un su dinerito les vamo pagar», dijeron.
– «Bueno -dijeron los viejitos- un dinerito esta bueno, total que ya mero nos morimos».
Pero entonces no se dieron cuenta que algunos niños ya crecieron y su ombligo sigue enterrado, pero estos andan escondidos. Estos niños que ya crecieron, se esconden detrás de una cámara, detrás de un micrófono y están diciendo: «Resiste… resiste. Este Istmo es de nuestros abuelos y de nuestros hijos. Defiéndelo».
Y aquí están en el Espacio de Comunicación del Istmo.
Cuento (fragmento)
Autor Manuel Antonio Ruiz, integrante del ECI
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