SESIÓN 2

Racismo, Poder, Hegemonía, Estado, Colonialidad

Racismo, poder, hegemonía, Estado y colonialidad.

Lección previa
Exposición inicial sobre los conceptos.

Lección 2 – Racismo, poder, hegemonía, Estado y colonialidad

Como recordarán ustedes, en la primera sesión estuvimos desarrollando algunas ideas y reflexionando sobre algunos conceptos y sobre algunas categorías que pueden ser útiles, no solamente para el análisis sino también para fortalecer la acción y los procesos organizativos. A veces, sí es importante meternos un poquito a profundizar en estos conceptos, no tanto con un fin académico o escolar sino también porque muchas de estas ideas están presentes en las luchas de los pueblos que están enfrentándose o resistiendo frente a las diferentes formas de poder y dominación a nivel global, a nivel nacional, etcétera.

Una vez que hicimos una revisión muy rápida de algunas ideas que tienen que ver por ejemplo con el capitalismo, la modernidad y colonialismo, en la sesión pasada; en esta sesión vamos a adentrarnos en otras ideas y en otros conceptos que también son importantes de profundizar un poco en ellos, para tratar de completar y ampliar nuestro horizonte de reflexión, nuestro horizonte de lo todo lo que tiene que ver con estos debates en torno a los conceptos que vamos a abordar el día de hoy, que son precisamente los de racismo, poder, hegemonía y dominación, estado y colonialidad. Estos son algunos conceptos que también están relacionados con los que estuvimos viendo la sesión pasada.

Racismo

Vamos a empezar con el concepto de racismo, que sobre todo en los últimos años ha cobrado nuevamente mucho auge y mucha visibilidad. Podemos observar cotidianamente en nuestros países latinoamericanos que existen todavía anclados históricamente muchos conceptos, muchas prácticas y muchas percepciones que hay en torno a esta idea del racismo. Incluso, a nivel mundial se ha vuelto a reposicionar el debate, a partir de algunas tristes situaciones que han pasado en Estados Unidos en los últimos años.

Recordarán ustedes esas escenas brutales de represión de policías blancos reprimiendo, e incluso, asesinando a personas de piel negra, o afrodescendientes, como vamos a traerlo un poquito a estos debates. Si bien, en algunos lugares se expresa esto de una manera más cruda, mientras que en otras no lo es tanto, eso no significa que el racismo deje de existir; incluso ahí, donde aparentemente hay una coexistencia más armónica entre personas que, se asume, son de diferentes razas.

Aunque vamos ahora a debatir esta idea de raza, que es un concepto muy problemático, junto con el concepto de racismo. Es evidente que para poder hablar de racismo hay que hablar de razas y cuando nos metemos a hablar de razas, pues es un concepto muy problemático y muy polémico, sobre todo en el ámbito de la antropología humana. Es decir, entre las especies vegetales o incluso en otras especies animales, está muy clara la variabilidad de razas; pero cuando hablamos de seres humanos, no hay un consenso entre los especialistas que se dedican a estos temas, para aceptar el hecho de que la humanidad pudiera estar dividida en razas.

En el debate, hay quienes están a favor de la idea de que la humanidad está dividida en grupos raciales y algunos otros que plantean que en realidad es inaplicable el concepto de razas a la humanidad. Sobre todo, porque lo que existe en realidad es una variabilidad fenotípica y ciertos rasgos que son comunes a ciertas colectividades, los cuales además son hereditarios, pero no son suficientemente significativos como para pensar que estamos hablando de razas en un sentido biológico.

Lo que algunos plantean, es que hay una suerte de variabilidad fenotípica que se expresa con ciertos rasgos, pero lo que realmente marca las diferencias entre grupos humanos no es su color de piel, no es si su cabello es crespo o lacio, o si sus ojos son rasgados o no lo son; sino más bien la cultura. La cultura sí marca diferencias, sí marca variabilidades significativas y no así las supuestas razas.

Una persona que haya nacido, por ejemplo, en Europa y que tenga una coloración de piel muy blanca, perfectamente puede adaptarse a vivir en un entorno en donde la mayoría de las personas tienen una coloración de piel oscura, o donde incluso las costumbres de este otro pueblo, o incluso su cultura, puede ser muy distintas del lugar en el que posiblemente haya nacido. Es decir, la variabilidad fenotípica que puede haber entre personas, por color de piel, por estatura, por este tipo de cabello, por ojos, etcétera; no es tan significativa como para plantear que eso es lo que establece el criterio fundamental para distinguir entre una persona y otra, o diferencias entre las colectividades que existen al interior de la humanidad.

No así el tema de la cultura. Lo que quisiera transmitirles con esta idea es que, de acuerdo con el punto de vista de algunos autores, hablando de la humanidad las razas no existen y no puede haber lugar a pensar en que las razas existen como un criterio de diferenciación. Mientras que, desde el punto de vista de otros autores, las razas sí existen, hablando de la humanidad. Pero en todo caso, incluso para los que dicen que sí existe una variabilidad en razas, está variabilidad no es significativa. Tanto como lo pueden ser, por ejemplo, las diferencias lingüísticas o las diferencias culturales. Es decir, las razas podrían o no existir hablando de la humanidad, pero eso no es lo realmente importante o relevante, porque incluso, si existieran no son significativas como para establecer diferencias y mucho menos lo son como para decir que una raza sea superior a la otra, o que una raza tiene más capacidades intelectuales o cognitivas que otras. Eso ya estaría totalmente fuera de lugar el poder decirlo, aún cuando asumiéramos que las razas existen.

Lo que en realidad es significativo y sí existe, si bien no está claro si existen o no las razas, es el racismo. Y el racismo no tiene que ver necesariamente con la raza, sino que tiene que ver más bien con prejuicios, con ideologías políticas, con otro tipo de percepciones y perspectivas, que no necesariamente tienen que ver con el hecho de que una persona tenga un color de piel u otro. Es decir, lo que realmente es significativo porque si existe y porque además establece no solo diferencias entre unos seres humanos y otros, sino que además establece relaciones de dominación, es precisamente el racismo.

El racismo sí existe y es una expresión a la que regularmente se le asocia con las razas pero que, cuando uno lo empieza a analizar bien, al final de cuentas, muchos de los prejuicios racistas que existen en las colectividades humanas, en las sociedades humanas, ni siquiera tienen tanto que ver con la idea de raza, sino que se atraviesan otras ideas que no son propiamente raciales, sino que son más bien lingüísticas, o incluso culturales, o podríamos decir étnicas.

¿Qué quiere decir esto?

Quiere decir que, por ejemplo, cuando decimos que una persona es más ignorante que otra porque proviene de un pueblo o de una comunidad indígena, muchas veces ni siquiera estamos hablando del color de su piel o de su aspecto físico para decir que esa persona es inferior, sino que lo que estamos diciendo, es que esa persona tiene costumbres extrañas, costumbres raras; o que tiene costumbres diferentes a las nuestras, o que esa persona habla una lengua distinta y, si nos ponemos a ver con atención, el tema de la lengua no es un asunto racial, no es un asunto biológico. Es un asunto cultural en todo caso.

Este concepto de raza es problemático, pero lo que sí existe es el racismo. Entonces, el racismo es una ideología muy débil, en el sentido de que su fundamento es muy débil. Es decir, anclándonos en las diferencias raciales tenemos un concepto muy débil, pero es un concepto que tiene mucha fuerza política, que tiene mucha fuerza social y que está presente en las relaciones sociales constantemente. El problema con el racismo, como decíamos, es que es una ideología que se asocia a muchas otras. Es decir, el racismo no necesariamente tiene que estar asociado al totalitarismo, pero puede asociarse al totalitarismo. No necesariamente tiene que estar asociado a una perspectiva nacional-socialista, pero puede estarlo, como en el caso del nazismo. El racismo es un concepto que establece límites y fronteras entre nosotros y los otros. O sea, entre los que somos y los que son diferentes a nosotros, o incluso a lo que nosotros quisiéramos ser.

Por otro lado, es un concepto que cuando se articula a ciertas instituciones políticas, o a ciertas relaciones de poder, se convierte también no solo en un instrumento de dominación, sino también de segregación, de negación del otro, o incluso de represión. Como lo que ha ocurrido en Estados Unidos desde hace mucho tiempo, pero que ha vuelto a generar mucho revuelo a partir de las recientes represiones contra la población afrodescendiente en Estados Unidos.

Entonces, el racismo por si lo quisiéramos definir alguna manera, es una forma de dominación de un grupo sobre otro, en dónde se parte del supuesto de que lo que hace o lo que facilita que un grupo domine al otro son las diferencias raciales, pero donde regularmente las diferencias raciales dejan de ser significativas y, lo que encontramos en realidad, más bien son diferencias de índole lingüístico cultural, pero que han sido racializadas. Es decir, se les ha atribuido que una persona habla una lengua distinta porque es de una raza distinta, aunque en realidad lo que pasa es que es de una cultura distinta. Pero se asume que es de una raza distinta, o que esa persona tiene costumbres distintas a las mías porque es de otra raza. Lo que hay es una diferencia cultural, pero que se ha -vamos a decirlo así- biologizado; o sea, racializado, para asumir que la diferencia entre nosotros y los otros es de índole biológico-racial.

Entonces, ese es el problema con el racismo: su ductilidad, su maleabilidad, su porosidad y la capacidad que tiene para adherirse a otras diferencias, pero siempre bajo el supuesto de que se están asumiendo como raciales, aunque, en términos de rigor conceptual eso sea prácticamente insostenible. Entonces, es por eso que no solamente hay racismo contra las personas afrodescendientes, también hay racismo contra las personas indígenas. Insisto, no solamente principalmente por su color de piel, a veces el color de piel es lo que menos importa, sino a veces por su lengua, o por sus llamadas costumbres, sus tradiciones o su cultura. Aunque regularmente la gente que discrimina a otra persona por su cultura, o por su lengua, no va a decir que es por su lengua y por su cultura, sino que va a decir que son de una raza distinta. Entonces, ése es el tema con el racismo, que es un concepto -insisto- débil, insostenible, sin fundamento serio, pero con una gran fuerza política, sobre todo; que además permea en la vida social, en el imaginario social, está presente en nuestras relaciones sociales.

Quizás, en algunos países se expresa de una manera más exacerbada esto que en otros. Hace poco, un amigo panameño que vive acá en México me decía: “yo, mientras viví en Panamá, hasta los veintitantos años en que termine la carrera, nunca me pasó por la cabeza pensar que yo soy negro. Sencillamente yo era una persona más, un panameño. Es decir que en Panamá nunca nadie me dijo “negro”, o “negro, ven acá!”, o “negro, vamos allá”, o “¿cómo estás, negro?”. Cuando llegue a México y la gente se refería a mí como “negro”, “negrito”, etcetera, empecé a tomar conciencia de que, más allá de la frontera de mi país, yo podía ser considerado negro”.

Entonces, insisto, en algunas regiones de algunos países, dependiendo de las relaciones sociales en su conjunto, se podrá asumir que una persona es o no es de tal o de cuál color. Por ello, el racismo tiene que ver con otras formas de dominación cultural, que terminan por  ser racializadas.

El racismo está articulado además con otras ideas, con otros conceptos, cómo puede ser por ejemplo el colonialismo. Pero estos son otros temas más amplios, de mucho debate y el tiempo que tenemos no da para tanto y, además, hay otros conceptos que debemos discutir.

Espero que con esto que hemos visto, sea suficiente como para tener una perspectiva y como para pensar desde nuestras comunidades, desde nuestros países, cómo se expresa el racismo. En algunos lugares es más virulento que en otros. En algunos casos, está estrictamente asociado al tema del color de la piel, o del cabello, o a los ojos, o a la estatura. Y en otros casos, está más articulado a la lengua, a la cultura, a las tradiciones e, incluso, al lugar donde la gente vive. A veces, también se realiza el territorio; es decir, los que vivimos en la ciudad somos unos y los que viven allá, en la comunidad, en la sierra, son de otra raza. Es decir, hasta los territorios pueden racializarse, por eso les digo que el racismo es un concepto muy maleable, que se puede adaptar a diferentes circunstancias.

Poder

El concepto de racismo está asociado a otros conceptos que también se pueden ver de manera asociada, o también se les puede ver de manera de manera específica. Ese es el caso del concepto de poder al cual quisiera que pudiéramos ir adentrándonos un poco. Sobre el tema del poder hay toneladas de libros escritos en torno a ello, desde la época de los griegos y aún antes. Los egipcios, los pueblos mesopotámicos, ya hablan en esas grandes obras como el Libro de los muertos, por ejemplo, sobre el tema del poder.

Yo quisiera hacer un abordaje muy específico sobre el tema del poder, y eso no quiere decir que todos los autores que han escrito sobre esto, coincidirían con esta idea; pero creo que es una idea muy clara y gráfica, incluso para poder entenderla; porque muchas veces, cuando hablamos del poder siempre lo asociamos a lo negativo. Siempre lo asociamos a su dimensión negativa y por eso estamos en contra del poder. Pero también, el poder tiene una dimensión positiva cuando un movimiento social triunfa, o cuando ejerce su capacidad de acción para tener una pequeña conquista, un pequeño logro o un gran triunfo, pues es una forma de ejercicio del poder.

No es el poder de la dominación, es un poder que emerge desde el pueblo y es una capacidad que el pueblo tiene para producir, para construir, para elaborar una nueva ley, para parar una minera, etcétera. Es también una capacidad y, en ese sentido, el poder tiene  una dimensión negativa: la dimensión de negar, de suprimir, de reprimir, de acotar de negar, de excluir. Pero también, el poder tiene una dimensión positiva: el poder de crear, el poder de resistir, el poder de deconstruir o de reconstruir, o de lograr que una lucha triunfe, son también formas de ejercer el poder, pero en un sentido transformador, de acuerdo con los intereses del pueblo.

Cuando hablamos del poder en un sentido negativo, éste tiene que ver con la capacidad que tiene alguien para ejercer coacción o incidir sobre la vida de otro. Es decir, visto en términos muy gráficos, desde la perspectiva con la que Max Weber, un autor que no vamos ahora a discutir, pero que desarrolló una concepción del poder que me parece muy gráfica, para poder entenderlo.

Max Weber, decía: “El poder no es otra cosa, en términos muy esquemáticos, que la capacidad que tiene A sobre B, para que B haga lo que A quiere que haga, a pesar de la resistencia que tiene B”. A lo mejor suena un poco enredado, pero voy a tratar de explicar un poco más. Es decir, si A que puede ser cualquier persona, cualquier institución o cualquier país, es capaz de hacer que B haga lo que ella quiere que haga, a pesar de la resistencia que B tiene respecto de A en ese momento, podemos decir que alguien está ejerciendo el poder sobre alguien más.

Suponiendo que estuviéramos ahora en un salón de clases y,  yo como su profesor les dijera: “ahorita, todo el grupo va a salir al patio y va a hacer 50 sentadillas y 20 abdominales.” A lo mejor habrá algunos que digan “No quiero hacerlo», “No, ¿por qué lo voy a tener que hacer?, este maestro está loco”. Yo podría decirles que el que no quiera hacerlo, va a ser reprobado y punto final. Entonces, los que están en contra de hacerlo, a lo mejor se ven obligados a hacerlo porque dicen: “Si no lo hago, este loco me va a reprobar”. Habrá quienes se resistan, pero van a terminar por hacerlo, y a lo mejor habrá hasta algunos que digan: “El maestro tiene razón, es bueno hacer ejercicio. Voy a hacer 50 abdominales, no solamente 20”.

Quiere decir que hay una parte del grupo que está convencida de hacer lo que yo le pedí, y hay otra parte del grupo que no lo está. No importa, a final de cuentas estoy ejerciendo el poder sobre ambos. A pesar de que algunos están convencidos y otros tienen resistencia a hacerlo, ambos grupos lo están haciendo.

¿Qué quiere decir esto? Que yo soy A. el grupo es B y, yo como A, tuve la capacidad, a pesar de que soy uno solo, no tuve que coaccionarlos físicamente, no tuve que obligarlos, empujándolos al patio para que hicieran este ejercicio, lo terminaron haciendo. Es decir, mi palabra y la posición social que ocupó fueron suficiente para obligar a estas personas, o para convencer a otro grupo de personas, para que hicieran lo que yo quiero que hagan. Eso es el ejercicio del poder. Dice Max Weber, “la capacidad que tiene alguien de incidir sobre la vida y las decisiones de otro, a pesar de la resistencia que pueda oponer este otro”.

El problema, dicen otros autores -y aquí voy a meter a otro autor que es muy interesante, Antonio Gramsci-, es que el poder se puede ejercer en un sentido negativo, se puede ejercer de múltiples formas. Es decir, si yo obligara -siguiendo con el mismo ejemplo del ejercicio en la clase- a todo el grupo a que hicieran eso de las sentadillas y los abdominales, pero de repente, dentro del grupo que está en contra, algunos se me revelaran y me dijeran: “Pues no lo vamos a hacer, y házle como quieras. Estás loco y no voy a hacer eso”.

Si yo sacara un garrote, como policía, y los amenazara diciéndoles que quien no lo quiera hacer, lo voy a golpear, también estoy ejerciendo el poder. Pero en este caso, el poder ya no lo estoy ejerciendo ni a pesar de la resistencia de unos, ni con el convencimiento de otros, sino que los estoy obligando físicamente para que haga lo que yo quiero que hagan. Entonces, al hacer eso, lo que estoy haciendo es ejercer el poder de manera coercitiva. Estoy coaccionando físicamente, y lo que dice Gramsci, es que ese ya no es solamente un ejercicio del poder a partir de la eficacia que puede tener mi posición como maestro, o la capacidad que yo tenga para convencer a otros de que lo hagan, sino que ya estoy ejerciendo un poder como dominación.

Es decir, estoy dominando incluso a esos que se me están revelando. Entonces, dice Gramsci, el poder se puede ejercer como dominación o incluso el poder se puede ejercer como convencimiento. Si yo les hablo muy bonito a unos y les digo: “Si ustedes hacen el ejercicio que yo les estoy pidiendo que hagan para fortalecer sus músculos, van a tener una mejor condición física. Conviene hacerlo y además, no solo eso, les voy a poner la mejor nota al final del curso”.

Esto quiere decir que los estoy convenciendo, que mi capacidad de persuasión es tal que logre convencerlos de que hagan lo que lo que yo quiero que hagan, de tal suerte que cuando yo logró que los dominados hagan lo que yo quiero que hagan, ya no los estoy dominando en realidad. Lo que estoy haciendo es ejercer un poder hegemónico sobre ellos; es decir, con el consenso de ellos. Lo que estoy haciendo es convencerlos de que hagan lo que yo quiero que hagan, y eso es una forma de ejercer ejercer el poder como hegemonía. Mientras que, si se me resisten o si no quieren hacerlo, pero yo los coacciono por la vía de la violencia o por la vía de la amenaza, lo que estoy haciendo es dominarlos.

En resumidas cuentas, el poder negativo se puede ejercer al menos como convencimiento, es decir como hegemonía, o se puede ejercer también como dominación; es decir, a pesar de la resistencia, a través de la coacción, por el uso de la fuerza o por el uso de la amenaza. Entonces, es interesante ver cómo se ejerce el poder, porque muchas veces decimos que estamos en contra del poder, pero no distinguimos contra qué tipo de poder, ni cómo se está ejerciendo ese poder respecto del cual estamos en contra. Porque, el poder que es más difícil de romper, el poder que es el más difícil de transformar, de quebrar, es el poder hegemónico.

Cuando la gente no está convencida de que lo que le están pidiendo que haga, es eso que debería de hacer. Es decir, cuando estoy inconforme, cuando no quiero hacer lo que se me exige que haga, es más fácil que estalle una rebelión. Es más fácil que, en cualquier circunstancia, en cualquier coyuntura, como cuando decimos que “la pradera ya estaba seca, lo único que faltaba era echarle un cerillo para que se prendiera”.

Es decir, cuando hay inconformidad, cuando hay descontento, cuando los dominados no están contentos con el poder que ejerce el dominante, es más fácil que provenga una rebelión y terminar así con esa forma de poder. A lo mejor va a ser más explosiva, a lo mejor va a ser más riesgosa para los dominados, porque se van a tener que enfrentar físicamente a los dominantes, a la élite que está en el poder, pero por lo menos, hay una conciencia crítica de que lo que nos están pidiendo que hagamos, no queremos seguir haciéndolo, que no queremos seguir viviendo bajo ese yugo de poder.

Pero, ¿qué pasa cuando los dominados están contentos con la dominación? ¿Cuando los dominados, los que están padeciendo el ejercicio del poder, ni siquiera lo ven mal y, por el contrario, viven la enajenación?. Es decir, cuando ni siquiera me cuestiono el capitalismo, sino que soy parte de él, voy a las plazas comerciales, me compró los últimos tenis de moda, me compró la última ropa de moda… cuando realmente me tragué todo el cuento de la élite dominante e incluso, terminé por hacer míos, por apropiarme, de los valores de la élite dominante.

Es decir, cuando pienso que la forma de vivir que me han impuesto es la mejor forma de vivir posible, a eso Gramsci le llamaba que es cuando los dominantes no solamente han logrado el consenso de los dominados, sino que incluso les han impuesto su visión del mundo. Es decir, yo no vivo como un burgués o como un empresario, como un poderoso; sin embargo, creo que vivo como tal porque con mi salario, me alcancé a comprar los últimos tenis de moda o el último electrodoméstico que acaba de salir. Es decir, cuando realmente me han hecho creer que para poder sobresalir y para poder ser alguien en este mundo, tengo que aspirar a ser lo que esa élite me ha dicho que debería de ser, es cuando realmente es más difícil romper con el ejercicio del poder, porque los dominados ni siquiera se han dado cuenta de que tienen un poder que los está coaccionando, que los está controlando.

Entonces, en resumidas cuentas, el poder como dominación es más frágil que el poder hegemónico. El poder hegemónico es un poder que tiene el consenso social, que tiene la aceptación de las mayorías y, por tanto, nos va a ser difícil romper con esto porque, si quisiéramos romper con ese orden establecido, no solamente nos enfrentaremos a ese estado o a ese capital que nos domina, sino también a la sociedad que tiene el consenso y que además ve con buenos ojos la dominación. Entonces, es interesante adentrarnos en esta idea del poder, porque nos permite ir más allá de solamente declarar que estamos en contra del poder, o que el poder es malo, que el poder es negativo, o el poder es es frágil.

Hay que profundizar en este análisis y, desde los ámbitos en los que ustedes se desenvuelven, preguntarnos cómo se ejerce el poder, qué tipo de poder es el que se ejerce en mi comunidad, en mi región, en mi país. Porque no es lo mismo hablar del poder del estado, del poder del ejército, del poder de la burguesía o del capitalismo, que hablar del poder del consejo de ancianos, o de la asamblea del pueblo.

Cuando una comunidad toma una decisión, en una asamblea comunitaria, es una forma también de ejercicio del poder. Habrá quienes digan que eso no es poder y se abra un debate, pero en todo caso, están ejerciendo su capacidad de tomar decisiones y hasta de enfrentar ese poder comunal a los poderes que los quieran dominar.

Entonces, ¿de qué poder estamos hablando? ¿Del poder en un sentido negativo, o del poder en un sentido destructivo, represivo, excluyente?

Estado

Regularmente, hay una confusión con la idea de Estado que nos lleva a confundirlo con el Gobierno y hay muchos autores que han hablado sobre esto. El gobierno que está en el poder en un momento dado, puede pretender tener el control del Estado, pero eso no necesariamente ocurre así, porque el Estado es un aparato mucho más amplio que el gobierno. El Estado es un aparato que incluye un conjunto de instituciones, que incluye un conjunto de relaciones de poder, que incluye la capacidad de un sector para coaccionar a otro, que incluye una forma de control social, que incluye una normatividad y una legislación específica, que incluye la posibilidad del monopolio de la violencia, como se sabe, sino también, el monopolio de la justicia.

Pero también es una arena de control y de disputa. El estado es un aparato que está en permanente disputa y en permanente discusión, pero no es una cosa en sí, como decía García Linera en alguno de los videos que habrán visto. No es una institución en particular, no es solamente un grupo de gente que quiere ejercer el control, sino que es un conjunto de instituciones, es un conjunto de relaciones sociales. En ese sentido, recuerdo mucho el ejemplo que pone García Linera, cuando nosotros estamos en un país y vamos a cruzar una calle, y vemos si el semáforo está en verde o no lo está, nosotros nos estamos haciendo parte del Estado.

Porque el Estado también es ese conjunto de relaciones y de normas que asumimos. Por ejemplo, una organización social que está peleando contra una minera y pone un amparo o una denuncia ante alguna institución del poder judicial, para denunciar que tal minera entró de manera ilegal a su territorio, está apelando al Estado para exigir justicia.

Decir que estamos en contra del Estado, o que somos anti-estado, es problemático. Igual pasa con el capitalismo, es como pensar que porque nos tapamos los ojos como los niños, lo que no vemos ya no existe. Cuando los pueblos indígenas luchan por su autonomía, ¿ante quién están exigiendo que se reconozca esa autonomía? Pues ante el Estado. Queremos que se reconozca un territorio como autónomo, para que una colectividad o pueblo indígena ejerza su poder, ejerza su toma de decisiones en ese territorio. La autonomía es en relación al Estado, y es éste el que al final le reconocerá o no esa autonomía.

Sí ya no quiere tener que ver con ese Estado, porque está en su contra, entonces quizás tendría que plantearse su independencia, pero no necesariamente la autonomía. Yo ahí tengo un poco de debate, pero es una postura muy personal contra quiénes están en contra del Estado, pensando que por estar en contra del Estado ya lo están negando, cuando el Estado finalmente sigue ahí. No el gobierno, sino el Estado. Ahora, el Estado no ha existido siempre y no todas las sociedades han tenido Estado, hay sociedades sin Estado.

Lo que quiero decir, es que el Estado es una formación típica de la Modernidad, aunque no se reduce a ésta, pues antes de la Modernidad ya existían los Estados, pero en la Modernidad capitalista, el Estado adquiere ciertas formas específicas y la forma específica que adquiere en el capitalismo, es ser funcional a la reproducción del capital .

Estado y capitalismo no son lo mismo, pero el Estado desde la llegada del capitalismo, no ha sido otra cosa que un conjunto de instituciones que se han puesto al servicio del propio capital. En el caso de América Latina, todos los procesos de privatización neoliberal que ha habido, no han sido otra cosa que poner al Estado al servicio del capital. Es decir, leyes para privatizar el agua, para privatizar los recursos minerales, para privatizar los recursos forestales. Todo se ha privatizado y se ha privatizado través de leyes que lo han hecho posible. En la era capitalista, el Estado es funcional al capital, no es nuestro aliado.

Entre las estrategias que han seguido los pueblos y movimientos, es que algunos se han enfrentado al Estado, pero también algunos otros han buscado tomar el control del Estado, si no para destruirlo, sí para ponerle límites a la expansión del capital. Lo que quiero decir con esto es lo mismo que decía la vez pasada, estas dicotomías nos hacen ver nada más un lado de la moneda. Por ejemplo, hoy día que el pueblo de Chile ha triunfado en las elecciones y que es probable que la Constitución que se va a establecer en Chile sea más favorable al pueblo y ya no tanto a la derecha y al capital, pues es una lucha que se está dando en el marco del Estado.

Eso no quiere decir que no haya luchas anti-estado en Chile, por supuesto que las hay. La lucha mapuche, por ejemplo, de los pueblos originarios, o la de los pueblos que están en contra del extractivismo, pero que en ciertos contextos y en ciertos momentos han visto que articularse en lo nacional para buscar el control del Estado, puede ser también redituable para los propios movimientos. Les planteo esto, no para que estén de acuerdo conmigo. Por supuesto, yo sé que esto es muy polémico y que hay quienes no están de acuerdo con esta postura, pero se trata de debatir cómo la ven ustedes con el tema del Estado, qué posicionamiento deberían tener respecto al Estado los movimientos sociales y las organizaciones.

Porque aquí en México, por ejemplo, muchas ongs están en contra del Estado, pero le exigen recursos al gobierno y eso no deja de ser paradójico. La misma Universidad Nacional Autónoma de México, por más autónoma que sea, es parte del Estado mexicano.

Colonialidad

La vez pasada, vimos el tema del colonialismo y hablamos también de su vínculo con el imperialismo y con otros conceptos. Pero el concepto de colonialidad se ha puesto muy en boga en los últimos años,

sobre todo, porque es un concepto que ha servido a ciertos autores, o a ciertos movimientos para explicarse el hecho de que siga habiendo la dominación de un pueblo sobre otro, de una lengua sobre otra, de una cultura sobre otras, a pesar de que los países que impusieron esas lenguas y esas culturas, en teoría ya no están ejerciendo el poder sobre esos países. Lo que han planteado algunos autores, es que la colonialidad es la forma que encontró el colonialismo para seguir ejerciendo una forma de dominación, a pesar de que el imperialismo y por tanto las relaciones coloniales entre un país y otro, se cancelaron a partir de los movimientos y las luchas de Independencia.

En otras palabras la colonialidad es una forma específica de dominación, la dominación de una cultura sobre otra, y una lengua sobre otra, y de una visión del mundo sobre otras, que se expresa en la cultura, en la lengua, en las formas de entender y de ver el mundo, que se expresa en el racismo también. Aquí, el racismo y la colonialidad se articulan porque cuando se impone una forma de ver el mundo sobre otras, o se impone una forma de hablar sobre otras, lo que estamos viendo en estos en estos contextos, es una forma muy específica de relación de poder, pero muy sutil, en donde el poder encontró una forma de reproducirse sin apelar necesariamente a la coacción o a la dominación violenta.

Por ejemplo, ¿qué pasa cuando una minoría se impone sobre otra? ¿Qué pasa cuando en una escuela primaria el maestro le prohíbe a los niños que hablan su propia lengua y les obliga a que hablen en castellano, porque es la lengua oficial? En este caso, una persona se está imponiendo sobre una colectividad y les está obligando a comunicarse en una lengua que no es la propia, porque si no lo hacen serán reprobados o castigados.

Pero, ¿qué pasa cuando una persona que habla una lengua originaria va una ciudad, y en esa ciudad encuentra que ella no es mayoría sino que ahí es una minoría y debe adaptarse a la lengua que habla la mayoría, o si no tiene todas las de perder. Incluso, podrá llegar a ocultar que habla esa lengua, para no ser discriminado, para no ser segregado. Lo mismo pasa con su vestimenta tradicional, sus costumbres y tradiciones. Ante lo que estamos, es una forma de dominación cultural que opera de manera distinta pero que a final de cuentas tiene que ver con una perspectiva de una cultura sobre otra, que en su momento tal vez fue dominante en términos absolutos y que ahora quizás ya no lo sea, porque no tiene el control político

Entonces, las formas estatales se convierten en las formas que el colonialismo encontró para ejercer el poder a través de la colonialidad. El Estado terminó por convertirse en eso que en algunos países se le denomina como la nación monocultural. Es por eso que en algunos países, como Bolivia y Ecuador ha habido una lucha muy férrea de los movimientos sociales, por el reconocimiento de un Estado plurinacional.

Es decir, si existe un Estado, pero ese Estado no sé corresponde con una cultura dominante, sino con el reconocimiento de una serie de nacionalidades, o de este tradiciones culturales que están plenamente reconocidas. La colonialidad, en resumidas cuentas, es esta forma de ejercer la dominación de una cultura, de una lengua, de un grupo ético sobre otro, desde la perspectiva del poder estatal, bajo la sutileza de que lo nacional, es la única forma en la que se puede ejercer la ciudadanía. Lo cual no quiere decir que la nacionalidad o lo nacional siempre sea negativo. Hay momentos en los que diferentes pueblos y tradiciones se articulan en una sola lucha nacional, para enfrentarse al Estado, como lo que hemos visto ahora en Colombia, donde múltiples movimientos y organizaciones sociales se están articulando en una sola lucha nacional, en contra de diferentes formas de opresión.

Objetivo: Identificar los rasgos principales de los conceptos abordados y explorar su concreción en nuestros ámbitos comunitarios y en los diferentes espacios de vida.

Materiales de estudio

El racismo que México no quiere ver


Hablemos de racismo en México, un problema que no queremos reconocer


Los Whitexicans y el racismo mexicano /  youtube.com/watch?v=ioYk72xbY5E


Antonio Gramsci: Hegemonía y Contrahegemonía


Alvaro Garcia Linera, Estado, Revolución y construccion de Hegemonía


José Pablo Feinman: Foucault II, donde hay poder hay resistencia al poder.


Foucault Qué es el poder